Tres menores han sido detenidos por hostigar a otro a través del servicio de mensajería instantánea, cuyas características permiten acosar a la víctima de manera continuada.

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El ciberbullying vuelve a ser noticia por un nuevo caso, esta vez en Girona (Cataluña, España), donde el Departamento de Enseñanza de la comunidad ha tenido que actuar contra tres menores que acosaban a otro durante todo el día a través de mensajes de Whatsapp.

Los tres niños, de entre 9 y 10 años, se dedicaban a hostigar constantemente a su compañero de clase tanto en las horas lectivas como en su tiempo libre. Al percatarse de lo ocurrido, decidió actuar y castigó a los supuestos acosadores con una semana de expulsión, además de poner los hechos a disposición de la Consejería correspondiente, que está evaluando la situación.

Según informa el diario La Vanguardia, las familias de los implicados no tenían constancia de lo que estaba sucediendo y han culpado al profesorado de lo ocurrido. En cualquier caso, este nuevo suceso abre de nuevo el debate sobre el control parental en torno a las nuevas tecnologías y la edad apropiada para que niñas y niños tengan su primer teléfono móvil.

Su alta prevalencia, la gravedad de sus consecuencias y las dificultades para la prevención e intervención han hecho del ciberbullying el principal azote digital de niños, niñas y adolescentes. La inmediatez, facilidad y disponibilidad para causar daño, la potencia de Internet, la dificultad de desarrollar la empatía en el entorno digital… son algunos de los factores que hacen que el ciberacoso entre iguales se haya convertido en el problema más relevante que afecta a la infancia y la adolescencia online.

También se confirma que el celular es actualmente la herramienta más utilizada pra ejercer el ciberhostigamiento. El acceso a Internet a través del smartphone permite prolongar el acoso de manera casi ilimitada, lo que sin duda genera efectos psicológicos devastadores en la víctima. Es hay donde herramientas como el WhatsApp se convierten en especialmente peligrosas, ya que permiten un hostigamiento continuado y muy difícil de detectar, como han ocurrido en el caso de Girona

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